Compartimos la carta recibida desde Pakistán que describe el coraje misionero de las Hijas de San Pablo en este país musulman uno de los más poblados del mundo:
«Les contamos con alegría nuestra misión apostólica y vocacional en las parroquias de tres pequeñas ciudades al norte de Pakistán, Kohat, Bannu y Amanshah, en la frontera con Afganistán.
Por invitación del párroco de Kohat, padre Rahat William, en el mes de mayo, hemos partido de nuestra comunidad de Rawalpindi, Hna. Shamim Yousaf y Hna. Meena Inayat, haciendo con entusiasmo el viaje hacia Kohat, a unos 170 km. de distancia. En Kohat, en la iglesia, durante la misa dominical, nos presentamos y explicamos nuestra misión. Pudimos ver los atentos ojos de diversas jóvenes, que después de misa se nos acercaron mostrando mucho interés por la vida religiosa. A cada una dimos un folleto vocacional y todas las indicaciones para mantenerse en contacto con nosotras. También montamos una pequeña exposición de libros, fuera de la iglesia. Aquí, una jovencita vino varias veces a vernos… era hija única e hizo que su madre se preocupara mucho al insistir en que quería ser religiosa. Tuvimos que tranquilizar a la mamá explicándoles a ella y a su hija que el camino para llegar a ser religiosa era muy largo, que primero debía crecer y estudiar…
Por la tarde fuimos a Bannu, a tres horas de viaje en vehículo. Llegando nos cubrimos con el largo velo, islámico, el chador. En un puesto de control, esperamos por casi dos horas para la revisión militar, pero no se nos permitió entrar en esa zona. Entonces intentamos buscar otro puesto de control. La Hna. Shamin pudo subir en una moto conducida por un joven y entrar sin ser molestada. Lo mismo sucedió con Hna Meena. Cuando logramos llegar a la iglesia, la gente que nos esperaba desde cuatro horas, nos acogió con júbilo. También aquí, durante la misa pudimos hablar de la vocación paulina y explicar nuestra misión. Después de la misa nos ofrecieron una cena y pasamos la noche con una familia. Agradecemos por la fe, el valor y la generosidad de esta comunidad cristiana.
Al día siguiente nos fuimos a Amanshah. Allí hubo misa y nosotras preparamos una pequeña exposición de libros. Nos dimos cuenta que todas las mujeres venían con burka a misa y se lo quitaban al llegar a la iglesia; así, como pueden ver en la fotografía, también nosotras nos hemos adecuado a las exigencias del lugar.
Al otro día emprendimos nuestro viaje de regreso a Bannu y luego a Kohat. Agradecimos al padre William por su invitación que nos permitió vivir una inolvidable experiencia apostólico, vocacional y de contacto con estos cristianos, minoría que vive en una zona militar, aislada, habitada por grupos de fundamentalistas».
Nuestro recuerdo y nuestra oración para estas intrépidas misioneras paulinas.