Jesús, obrero y amigo de los obreros,
mira con bondad el mundo del trabajo.
Te presentamos las necesidades
de cuantos realizan un trabajo intelectual,
espiritual o material.
Ya ves entre cuántos sufrimientos,
físicos y morales,
entre cuántas fatigas y peligros
transcurren nuestros días.
Repítenos tus palabras compasivas:
«Me da lástima de esta gente» (Mc 8,2).
Y confórtanos, por intercesión de san José,
modelo de los trabajadores.
Danos la sabiduría, la virtud y el amor
que te sostuvieron en tus duras jornadas.
Inspíranos pensamientos de fe,
de paz, de moderación y austeridad,
para que busquemos siempre,
junto con el pan de cada día,
los bienes espirituales
y la salvación eterna.
Líbranos de quienes pretenden,
con engaño, arrebatarnos el don de la fe
y la confianza en tu providencia.
Líbranos de los explotadores,
que ignoran los derechos
y la dignidad de la persona humana.
Te pedimos que las leyes sociales
se inspiren en la doctrina de la Iglesia,
y los obreros se integren
en las asociaciones de trabajadores
de inspiración cristiana.
Que todas las clases sociales trabajen unidas
por la paz y la justicia.
Que cambien de actitud quienes manipulan
y se aprovechan del obrero.
Que todos acepten el magisterio del Papa
en el campo de la doctrina social de la Iglesia,
que garantiza al trabajador
una gradual promoción y la posesión
del reino de los cielos, herencia
de los que son pobres en el espíritu. Amén.