Bienaventuranzas de las Hijas de San Pablo

Dichosos los pasos
de quien anuncia el bien,
de quien anuncia la paz.
Dichosas las siervas de la Iglesia,
que poseen el corazón de esta madre.
Dichosas las caminantes de Dios,
que en el silencio místico de la comunidad
estudian los caminos del mundo
que mañana recorrerán
para llegar a la gente.
Dichosos estos ángeles del Señor
en busca de los hombres
que han perdido o nunca han conocido
el camino de la Iglesia.
Dichosas las portadoras de Jesús,
que llevan a todas las familias
la buena noticia del amor.

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Dichosas las colaboradoras
de la misión sacerdotal,
que anuncian en silencio a Jesucristo,
camino, verdad y vida.
Dichoso el perfume de pureza, de amor
y de humildad que dejan a su paso.
Dichosas las imitadoras de María,
que presentó a Jesús a los pastores,
a los magos, al templo,
a los discípulos y al mundo.
Dichosas las Hijas de San Pablo,
que tienen el corazón de este padre,
dan la palabra del padre,
y sufriendo, rezando y actuando con él,
realizan la tarea
que el Señor les ha encomendado.
Desde todas las partes del mundo
los caminos convergen
en un punto de encuentro: ahí está Jesús,
que os ha dado una cita:
«Venid, vosotras, benditas de mi Padre,
heredad el reino preparado para vosotras
desde la creación del mundo» (Mt 25,34).
Descienda sobre ellas la bendición de Dios,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
y las acompañe para que caminen
y lleven frutos duraderos,
para gloria de Dios y paz de los hombres.
Amén.

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