Jesús Maestro, tú me dices: «Yo soy la vida»;
«el que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna».
En los sacramentos del bautismo
y la reconciliación,
me has comunicado esta vida,
y en la eucaristía la alimentas
haciéndote mi comida.
Toma mi corazón;
libéralo de las vanidades del mundo.
Te amo con todo el corazón
y sobre todas las cosas,
porque eres bien infinito
y mi eterna felicidad.