Dios te salve, María, madre,
maestra y reina de todo apostolado.
Tú eres la reina de los ángeles,
de los patriarcas, apóstoles, mártires,
confesores y vírgenes.
Tú, velando siempre
por la salvación de todos,
diriges la mirada sobre justos y pecadores.
Jesús, desde la cruz, te confió
la misión de ser nuestra madre,
y por eso encendió en tu corazón
la llama del amor y solicitud universal.
Continúa, pues, suscitando, sosteniendo
y formando vocaciones
para todos los apostolados
en favor del reino de tu Hijo.
Nosotros, llamados al urgente apostolado
de la comunicación social,
y pueda al fin decir:
te consagramos la creatividad, los medios,
iniciativas y fatigas del trabajo cotidiano.
Y sobre todo, te consagramos
nuestras propias personas:
energías, inteligencia, voluntad y corazón.
Somos tuyos, madre querida,
y todo cuanto tenemos
lo ofrecemos a Jesús por mediación tuya.
Haz que descienda sobre nosotros
la fuerza del Espíritu Santo
con la abundancia con que descendió
sobre los primeros apóstoles.
Ilumina nuestra mente
para que comprendamos
la grandeza de nuestra vocación.
Fortalece nuestra voluntad
y enciende el amor en nuestro corazón.
Santifica a los escritores,
técnicos y difusores.
Que escuchemos, sigamos y amemos
a Jesucristo, Divino Maestro.
Que el pecado
no profane nunca nuestras personas
ni los medios y locales a ti consagrados.
Líbranos, madre inmaculada,
de la insidiosa tentación del desaliento.
Vive entre nosotros, María.
Dichosos los que viven en tu casa.
Te prometemos usar con dignidad
todos los medios de nuestro apostolado,
pues te pertenecen, reina nuestra.
Queremos esforzarnos
para que las ediciones
sean pastorales en el contenido
y, en su presentación,
dignas de las verdades que comunican,
ofreciendo siempre, como hiciste tú,
a Cristo, camino, verdad y vida.
Que el evangelio se difunda
e ilumine al mundo
según el espíritu de san Pablo,
nuestro padre,
y que todas las generaciones
te proclamen dichosa.
Habla, Jesús,
pronuncia tus palabras de vida eterna;
derrama tu Espíritu sobre la humanidad.
Que haya un único magisterio,
como una es la Verdad, uno el Maestro,
una la fe y una la Iglesia.
Tú estás con nosotros,
y desde aquí quieres iluminar.
Concédenos vivir siempre
en continua conversión.
Bendice a cuantos cooperan con la oración,
la acción y los recursos económicos.
Ven, Señor Jesús; vive en nosotros
y reina en el mundo por María y con María.
Que nuestra muerte sea serena
como la de quien ha sido fiel a su vocación;
y nuestro encuentro definitivo contigo
sea el momento en que el obrero diligente
recibe con gozo su salario;
y nuestro premio eterno
sea el reservado a los apóstoles.
Por ti, Jesús, y por ti, María,
gloria a Dios Padre por los siglos
y en la tierra paz a los hombres. Amén.