Jesús se presentó como Maestro. Los apóstoles y los discípulos lo acogieron como tal. En efecto, decían que enseñaba «como quien tiene autoridad» (Mt 7,29). Nicodemo dice expresamente: «Sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro» (Jn 3,2). Jesús mismo confirma a sus discípulos: «Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y con razón, porque lo soy» (Jn 13,13). Ser Maestro es la misión específica de Jesús.
La devoción al Maestro divino resume y sintetiza todas las demás devociones; tiene por objeto a Jesús, verdad en quien creer, a Jesús, camino que hay que seguir, y a Jesús, vida de la que participamos.
Pero, ¿quién es el Maestro? Para los hombres es aquel que, una vez adquirida la sabiduría con su diligencia, la comunica a los demás, enriqueciendo sus inteligencias con nuevos conocimientos. Pero, refiriéndose a Jesús Maestro, lo entendemos en un sentido mucho más amplio. Él no solo nos transmite su ciencia, sino que comunica su vida a los discípulos, haciéndolos semejantes a él; los forma en la vida divina y los guía a la vida eterna (HM, III, 1947).
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