II Vísperas

HIMNO

Cristo, fuente de Vida inagotable,
donde toda la vida mana y fluye,
al romper las cadenas de la muerte
de nuevo nuestra vida restituyes.

Desde el cielo bajaste a darnos vida,
nos la das abundosa a los mortales;
que en la fuente salida de tu pecho
la gracia brota en ríos a raudales.

En tu místico Cuerpo nos injertas
a los que renacemos del Bautismo.
Como arroyos, tus siete sacramentos
divina gracia dan, al recibirlos.

Nuestra naturaleza quedó herida
del primer padre, Adán, por el pecado;
se rehace ahora en nueva vida
al premio de los cielos caminando.

Reinará la concordia en las naciones,
crecerán solidarias las ciudades,
sonreirá la inocencia en las familias
que acogen los domésticos hogares.

Oh Jesús-Cristo, la Verdad eterna,
por la que caminamos y vivimos,
a tu Padre y a ti, como al Espíritu,
honor, poder y gloria por los siglos. Amén.

 

SALMODIA

 

Ant. 1. Cristo Jesús, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de Dios Padre.

 

SALMO 109,1-5.7   

El Mesías, Rey y Sacerdote

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies (1Co 15, 25)

 

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

 

Ant. 1. Cristo Jesús, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de Dios Padre.

Ant. 2. Cristo Jesús, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de Dios Padre.

 

SALMO 113 A

Israel librado de Egipto: las maravillas del Éxodo

Reconoced que también vosotros, los que renunciasteis, habéis salido de Egipto (S. Agustín)

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

 

Ant. 2. Cristo Jesús, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de Dios Padre.

Ant. 3. El Hijo de Dios, nuestro Maestro, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

 

CANTICO   (Flp 2,6-11)   

Cristo, siervo de Dios, en su misterio pascual

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

 Ant. 3. El Hijo de Dios, nuestro Maestro, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

 

LECTURA BREVE 
Ef 2,4-7

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo —por pura gracia estáis salvados—, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

 

RESPONSORIO BREVE
Jn 15, 5.4

R/. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; * Porque sin mí no podéis hacer nada.

V/. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; * Porque sin mí no podéis hacer nada.

 

Magníficat, ant. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. El que permanece en mí no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aleluya.

 

MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

 

Magníficat, ant. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. El que permanece en mí no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. Aleluya.

 

PRECES

Reunidos para la oración de la tarde, fieles al Espíritu de Jesucristo camino, verdad y vida, que ora en nosotros, elevemos a él nuestra súplica, diciendo:

Maestro, nuestra vida y nuestro gozo, escúchanos.

Tú eres la luz del mundo;
derrama sobre todos los hombres la plenitud de tu verdad, para que todos te conozcan y te sigan.

Tú nos alimentas con el pan de tu Palabra y de tu Cuerpo en la eucaristía;
danos la capacidad de querer lo que el Padre quiere y de amar como tú amas, para que también nosotros seamos palabra y alimento para nuestros hermanos.

Tú eres el fundamento de la unidad y la comunión entre los hermanos;
haz que, fieles al mandamiento del amor, permanezcamos siempre unidos a ti.

Tú «respondes a las exigencias fundamentales del hombre, quien posee una inteligencia que ha de ser iluminada, una voluntad que ha de ser guiada al bien, y un corazón que debe ser santificado»;
danos sabiduría y conocimiento para comprender el misterio de tu presencia entre nosotros.

Tú eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios;
muestra tu rostro a nuestros hermanos difuntos, para que alcancen contigo la felicidad eterna.

Padre nuestro.

 

ORACIÓN

Oh Dios, Padre de la luz, que en la plenitud de los tiempos has hablado a los hombres por tu Hijo amado, concede a quienes lo confesamos Señor y Maestro ser fieles discípulos suyos, y anunciarlo al mundo como camino, verdad y vida. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

 

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