HIMNO
Camino de Damasco, Jesucristo,
el Señor en su Iglesia perseguido,
derribó tu caballo e hirió tu orgullo
con su grito de amor en luz vertido.
Escuchaste su voz, en el delirio
de la herida de Dios en tus entrañas,
y, perdido en la noche de tus ojos,
empezaste en la Luz nuevas hazañas.
Combatiste sin tregua el gran combate
de la fe y del amor, tu vida entera,
tu vivir fue el de Cristo para siempre,
tu morir el triunfo en la carrera.
Recibiste del Padre el premio eterno,
por tu amor tan fiel al Hijo amado
en unión del Espíritu infinito,
que de Saulo hizo Pablo, el gran heraldo. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Si siguiera todavía agradando a los hombres, no sería siervo de Cristo.
SALMO 115
Acción de gracias en el templo
Por medio de Jesús ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza (Hb 13, 15)
Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.
Ant. 1. Si siguiera todavía agradando a los hombres, no sería siervo de Cristo.
Ant. 2. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer.
SALMO 125
Dios, alegría y esperanza nuestra
Si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo (2Co 1, 7)
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas.
Ant. 2. Yo planté, Apolo regó, pero fue Dios quien hizo crecer.
Ant. 3. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir; yo he de gloriarme en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
CANTICO (Ef 1,3-10)
Dios salvador
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.
Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya, a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.
Ant. 3. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir; yo he de gloriarme en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA BREVE
1Co 15,9-10
Yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo.
RESPONSORIO BREVE
R/. Te alabaré, Señor, * De todo corazón. Te alabaré.
V/. Daré gloria a tu nombre entre los gentiles. * De todo corazón. Gloria al Padre. Te alabaré.
Magníficat, ant. Apóstol san Pablo, anunciador de la verdad y maestro de los gentiles, intercede por nosotros ante Dios, que te ha elegido.
o bien:
Magníficat, ant. Sancte Paule apostole,
praedicator veritatis et doctor gentium,
intercede pro nobis ad Deum qui te elegit.
MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
PRECES
Hermanos, edificados sobre el cimiento de los apóstoles, oremos al Padre por su pueblo santo, diciendo:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia
Padre santo, que quisiste que tu Hijo, resucitado de entre los muertos, se manifestara en primer lugar a los apóstoles,
— haz que también nosotros seamos testigos de Cristo hasta los confines del mundo.
Padre santo, que enviaste a tu Hijo al mundo para dar la Buena Noticia a los pobres,
— haz que sepamos proclamar el Evangelio a todas las criaturas.
Tú que enviaste a tu Hijo a sembrar la semilla de la palabra,
— concede una cosecha abundante a los trabajadores del Evangelio.
Tú que enviaste a tu Hijo para que reconciliara el mundo contigo,
— haz que también nosotros cooperemos a la reconciliación de los hombres.
Tú que nos has llamado a anunciar el Evangelio con los instrumentos de la comunicación social,
— haz que usemos siempre estos medios con espíritu pastoral.
Tú que has sentado a tu Hijo a tu derecha, en el cielo,
— admite a nuestros hermanos y hermanas difuntos en tu reino de felicidad.
Padre nuestro
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que por amor a los hombres elegiste y enviaste al apóstol san Pablo para predicar el Evangelio de Jesucristo muerto y resucitado, concede a quienes lo veneramos como inspirador y padre, anunciar como él la Palabra de la salvación a los hombres de nuestro tiempo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.