29 de noviembre
DEDICACIÓN DEL SANTUARIO-BASÍLICA
DE LA REINA DE LOS APÓSTOLES, EN ROMA
SOLEMNIDAD EN EL SANTUARIO
María, mediadora de todas las gracias
«La Familia de san Pablo ¿construiría y dedicaría también una iglesia a la “Reina de los Apóstoles”? Sí. Y ¿dónde? En Roma, donde tiene su fuente el apostolado, donde la “Reina de los Apóstoles” recibió el culto más antiguo de los mismos apóstoles. Esto se pensó, se consideró, se decidió y se declaró a partir de 1926» (Beato Timoteo Giaccardo, La Reina de los Apóstoles, «Vita nostra», circular interna de las Hijas de San Pablo, julio de 1947). Este testimonio del primer sacerdote paulino, intérprete del Fundador e iniciador de la comunidad romana sobre la decisión de esta «casa materna», la «iglesia centro y cabeza de las familias paulinas», se remonta a los años veinte.
El proyecto fue encomendado en 1933 al arquitecto B. Gallo, de Turín; pero la construcción no pudo realizarse hasta el decenio 1945-1954, después de la segunda guerra mundial, adquiriendo la connotación de «ex voto», según testimonio del mismo padre Alberione: «Cuando pasó el peligro (del primer bombardeo de Roma), se asumió el compromiso: “Oh María, Madre y Reina de los Apóstoles, si salvas todas las vidas de los nuestros y las nuestras, construiremos aquí la iglesia dedicada a tu nombre”. Y se decidió incluso el lugar y el modo como se había de construir: locales bajo la iglesia, y la iglesia que destacara sobre las casas; y que María estuviera en el centro, en medio de sus hijos» (CISP 596).
La singular concepción arquitectónica en tres plantas, y el ciclo decorativo que, desde la subcripta hasta la cúpula superior, desarrolla un único tema catequético-litúrgico, hacen del santuario una gran «summa marialis» que supera al título de «Reina de los Apóstoles» para celebrar la soberanía de María como Mediadora universal de la gracia.
Precedida por una intensa novena de oración, durante la cual el Fundador motivó el significado carismático de la obra (cf. CISP 595-600), la solemne dedicación tuvo lugar el 29-30 de noviembre de 1954, siendo celebrante mons. Ettore Cunial, vicegerente de Roma. El 4 de abril de 1984, con decreto pontificio de Juan Pablo II, el santuario fue distinguido con el título de «basílica menor».
En la cripta del santuario reposan los restos del Maestro Timoteo José Giaccardo, primer beato de la Familia Paulina, mientras en la subcripta reposan los del mismo Fundador, y los de la Maestra Tecla Merlo (su primera colaboradora para las fundaciones femeninas).
Por todo ello, el santuario sigue siendo «una prueba duradera de gratitud a María; una oración viviente por todas nuestras necesidades; un centro de devoción y piedad mariana; un trono de gracia para todos; un imán para las vocaciones religiosas y sacerdotales» (Padre Alberione).
Todo como en el Misal Romano y la Liturgia de las Horas, del Común de la Dedicación de una iglesia.