HIMNO
Nueva Jerusalén y ciudad santa,
nuevo Israel, nueva morada
de la comunidad de Dios en Cristo edificada,
Iglesia santa.
Esposa engalanada, con Cristo desposada
por obra del Espíritu en sólida alianza,
divino hogar, fuego de Dios que al mundo inflama,
Iglesia santa.
Edén de Dios y nuevo paraíso,
donde el nuevo Adán recrea a sus hermanos,
donde el «no» del pecador, por pura gracia,
el «sí» eterno de amor de Dios alcanza,
Iglesia santa.
Adoremos a Dios omnipotente y a su Espíritu,
que en el Hijo Jesús, Señor constituido,
del hombre que ha caído raza de Dios levanta,
Iglesia santa. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. El Altísimo consagra su morada; teniendo a Dios en medio de ella, no vacila.
SALMO 45
Dios, refugio y fortaleza de su pueblo
Le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros» (Mt 1, 23)
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar.
Que hiervan y bramen sus olas,
que sacudan a los montes con su furia.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios lo socorre al despuntar la aurora.
Los pueblos se amotinan, los reyes se rebelan;
pero él lanza su trueno, y se tambalea la tierra.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
Pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe,
rompe los arcos, quiebra las lanzas,
prende fuego a los escudos.
«Rendíos, reconoced que yo soy Dios:
más alto que los pueblos, más alto que la tierra.»
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Ant. 1. El Altísimo consagra su morada; teniendo a Dios en medio de ella, no vacila.
Ant. 2. Vamos alegres a la casa del Señor.
SALMO 121
La ciudad santa de Jerusalén
Os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo (Hb 12, 22)
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Ant. 2. Vamos alegres a la casa del Señor
Ant. 3. Alabad a Dios, todos sus santos.
CANTICO (Cf Ap 19,1-7)
Las bodas del Cordero
Aleluya
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
(R. Aleluya.)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
(R. Aleluya.)
los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
(R. Aleluya.)
alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).
Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
(R. Aleluya.)
su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).
Ant. 3. Alabad a Dios, todos sus santos.
LECTURA BREVE
Ap 21, 2-3. 22. 27
Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el trono: «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios estará con ellos y será su Dios.» Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. Nunca entrará en ella nada impuro, ni idólatras ni impostores; sólo entrarán los inscritos en el libro de la vida que tiene el Cordero.
RESPONSORIO BREVE
R. Dichosos, Señor, los que viven * En tu casa. Dichosos.
V. Alabándote siempre. * En tu casa. Gloria al Padre. Dichosos.
Magníficat, ant. Santificó el Señor su tabernáculo, porque ésta es la casa de Dios, donde se invoca su nombre, del cual está escrito: «Mi nombre habitará allí», dice el Señor.
MAGNÍFICAT Lc 1, 46-55
Alegría del alma en el Señor
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Magníficat, ant. Santificó el Señor su tabernáculo, porque ésta es la casa de Dios, donde se invoca su nombre, del cual está escrito: «Mi nombre habitará allí», dice el Señor.
PRECES
Oremos, hermanos, a nuestro Salvador, que dio su vida para reunir a los hijos de Dios dispersos, y digámosle:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
Señor Jesús, que cimentaste tu casa en la roca,
— confirma y robustece la fe y la esperanza de tu iglesia.
Señor Jesús, de cuyo costado salió sangre y agua,
— renueva la Iglesia con los sacramentos de la nueva y eterna alianza.
Señor Jesús, que estás en medio de los que se reúnen en tu nombre,
— atiende la oración unánime de tu Iglesia congregada.
Señor Jesús, que con el Padre vienes y haces morada en los que te aman,
— perfecciona a tu Iglesia por la caridad.
Señor Jesús, que no echas fuera a ninguno de los que vienen a ti,
— acoge a todos los difuntos en la mansión del Padre.
Padre nuestro.
ORACIÓN
Señor, tú que nos haces revivir cada año el día de la consagración de esta iglesia dedicada al apóstol san Pablo, escucha las plegarias de tu pueblo, y haz que en este lugar se te ofrezca siempre un servicio digno y así tus fieles obtengan los frutos de una plena redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
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