25 de noviembre
DEDICACIÓN DE LA IGLESIA
DE SAN PABLO EN ALBA
SOLEMNIDAD EN LA MISMA
La iglesia de la buena prensa
«Este templo, grandioso, devoto, estará totalmente orientado a expresar una tesis: [Nosotros, los paulinos,] como san Pablo, recibimos de labios del Divino Maestro… la Palabra de Dios que, a través de la prensa, se transformará en vida, camino y verdad para las almas.» Esto afirmaba el padre Alberione el 15 de marzo de 1925.
El 30 de junio de ese mismo año se puso la primera piedra, sacada de la puerta santa de la basílica de San Pablo, de Roma. Y después de tres años de trabajo, al que contribuyeron los brazos de todos los paulinos y paulinas, el templo fue inaugurado el 28 de octubre de 1928, con la bendición del obispo Francisco Re.
En la serie de sucesivas intervenciones para el acabado del interior, desde el presbiterio hasta el órgano, el padre Alberione dedicó una escrupulosa atención al ciclo decorativo —vidrieras historiadas, grupos marmóreos de la «Gloria» y de su marco monumental, pinturas de las capillas y decoración del suelo—, para que todo ilustrara la figura y la misión del apóstol, de acuerdo con su visión carismática. Se trata exactamente de la «tesis» de san Pablo, intérprete del Divino Maestro, y portavoz suyo para los lejanos.
En 1954, el Fundador advertía con gozo que la Familia Paulina, a los cuarenta años de sus comienzos, hospedaba al Divino Maestro eucarístico en ciento cincuenta capillas dispersas por el mundo (cf. AD 74), pero que tres eran las «iglesias principales», de acuerdo con las tres principales devociones: «Jesús Maestro, Reina de los Apóstoles y san Pablo» (AD 75).
La primera, cronológicamente, fue la dedicada al apóstol Pablo, porque «san Pablo, que es el verdadero fundador de la institución (paulina)…, su padre, maestro, modelo y protector…, merecía la primera iglesia y la hermosa “Gloria” que lo representa en su apostolado y en su paternidad con respecto a los paulinos» (CISP 145-147).
El 25 de noviembre de 1990, como colofón de los trabajos que le dieron su aspecto actual, la iglesia fue solemnemente dedicada por el obispo Julio Nicolini.
«El templo de san Pablo de Alba constituyó [para la Familia Paulina] un inmenso patrimonio espiritual y humano, antes que artístico, hecho de fe y coraje heroico, de una estima sin límites hacia el Apóstol de los gentiles, unida a una entrega sin reservas a su causa… Una suma incalculable de valores ideales, capaces de suscitar memorias y emociones, de inspirar actitudes y renovar propósitos» (R. Perino, Il Tempio di S. Paolo in Alba, p. 5).
Todo como en el Misal Romano y la Liturgia de las Horas, del Común de la Dedicación de una iglesia.