Oficio de lectura

HIMNO

Si derribado caíste,
fue para elevarte más.
De hoy por siempre seguirás
al Cristo que perseguiste.
Ruega por mí, ciego y triste,
que Saulo de errores fui.

Si en el pecado me hundí,
pueda seguirte en tu vuelo.
Desde el fulgor de tu cielo,
san Pablo, ruega por mí.

Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.

 

SALMODIA

Ant. 1. «¿Quién eres, Señor?» «Soy Jesús, a quien tú persigues. Peor para ti si das coces contra el pincho.»

 

SALMO 18A  

Alabanza al Dios creador del universo

Nos visitará el sol que nace de lo alto, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 78. 79)

 

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento proclama la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

 

Ant. 1. «¿Quién eres, Señor?» «Soy Jesús, a quien tú persigues. Peor para ti si das coces contra el pincho.»

 

Ant. 2. Ananías, ve y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando; es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas.

 

SALMO 63  

Súplica contra los enemigos

Este salmo se aplica especialmente a la pasión del Señor (S. Agustín)

 

Escucha, oh Dios, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores:

Afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: «¿Quién lo descubrirá?»

Inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.

 

Ant. 2. Ananías, ve y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando; es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas.

 

Ant. 3. Pablo se puso a predicar en las sinagogas, demostrando que Jesús es el Mesías.

 

SALMO 96  

Gloria al Señor, rey de justicia

Este salmo canta la salvación del mundo y la conversión de todos los pueblos (S. Atanasio)

 

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece,

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Ant. 3. Pablo se puso a predicar en las sinagogas, demostrando que Jesús es el Mesías.

 

V/. El Señor es compasivo y misericordioso.

R/. Lento a la ira y rico en clemencia.

 

 

PRIMERA LECTURA

De la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas

 (1,11-24)

Reveló a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara

Os notifico, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; yo no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.
Habéis oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, y me señalaba en el judaísmo más que muchos de mi edad y de mi raza, como partidario fanático de las tradiciones de mis antepasados.
Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles, en seguida, sin consultar con hombres, sin subir a Jerusalén a ver a los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, y después volví a Damasco.
Más tarde, pasados tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas, y me quedé quince días con él. Pero no vi a ningún otro apóstol, excepto a Santiago, el pariente del Señor. Dios es testigo de que no miento en lo que os escribo.
Fui después a Siria y a Cilicia. Las iglesias cristianas de Judea no me conocían personalmente; sólo habían oído decir que el antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir, y alababan a Dios por causa mía.

 

RESPONSORIO
Ga 1, 11-12; 2Co 11, 10. 7

R/. El Evangelio anunciado por mí no es de origen humano; * Yo no lo he recibido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.

V/. Por la verdad de Cristo que poseo, os anuncié de balde el Evangelio de Dios. * Yo no lo he recibido de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo..

 

SEGUNDA LECTURA

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo

(Homilía 2 sobre las alabanzas de san Pablo: PG 50, 477-480)

Pablo lo sufrió todo por amor a Cristo

Qué es el hombre, cuán grande su nobleza y cuánta su capacidad de virtud lo podemos colegir sobre todo de la persona de Pablo. Cada mañana se levantaba con una mayor elevación y fervor de espíritu y, frente a los peligros que lo acechaban, era cada vez mayor su empuje, como lo atestiguan sus propias palabras: Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante; y, al presentir la inminencia de su muerte, invitaba a los demás a compartir su gozo, diciendo: Estad alegres y asociaos a mi alegría; y, al pensar en sus peligros y oprobios, se alegra también y dice, escribiendo a los corintios: Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos y de las persecuciones; incluso llama a estas cosas armas de justicia, significando con ello que le sirven de gran provecho.
Y así, en medio de las asechanzas de sus enemigos, habla en tono triunfal de las victorias alcanzadas sobre los ataques de sus perseguidores y, habiendo sufrido en todas partes azotes, injurias y maldiciones, como quien vuelve victorioso de la batalla, colmado de trofeos, da gracias a Dios, diciendo: Doy gracias a Dios que siempre nos asocia a la victoria de Cristo. Imbuido de estos sentimientos, se lanza a las contradicciones e injurias, que le acarreaba su predicación, con un ardor superior al que nosotros empleamos en la consecución de los honores, deseando la muerte más que nosotros deseamos la vida, la pobreza más que nosotros la riqueza, y el trabajo mucho más que otros apetecen el descanso que lo sigue. La única cosa que él temía era ofender a Dios; lo demás le tenía sin cuidado. Por esto mismo, lo único que deseaba era agradar siempre a Dios.
Y lo que era para él lo más importante de todo, gozaba del amor de Cristo; con esto se consideraba el más dichoso de todos, sin esto le era indiferente asociarse a los poderosos y a los príncipes; prefería ser, con este amor, el último de todos, incluso del número de los condenados, que formar parte, sin él, de los más encumbrados y honorables. Para él, el tormento más grande y extraordinario era el verse privado de este amor: para él, su privación significaba el infierno, el único sufrimiento, el suplicio infinito e intolerable.
Gozar del amor de Cristo representaba para él la vida, el mundo, la compañía de los ángeles, los bienes presentes y futuros, el reino, las promesas, el conjunto de todo bien; sin este amor, nada catalogaba como triste o alegre. Las cosas de este mundo no las consideraba, en sí mismas, ni duras ni suaves.
Las realidades presentes las despreciaba como hierba ya podrida. A los mismos gobernantes y al pueblo enfurecido contra él les daba el mismo valor que un insignificante mosquito. Consideraba como un juego de niños la muerte y la más variada clase de tormentos y suplicios, con tal de poder sufrir algo por Cristo.

 

 

RESPONSORIO 
Cf 1Tm 1,13-14; 1Cor 15,9

R/. Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. * El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.

V/. Yo no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. * El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.

 

HIMNO TE DEUM

A ti, oh Dios, te alabamos, a ti,
Señor, te reconocemos.

A ti, eterno Padre, te venera
toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos y
todas las potestades te honran.

Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo.

Los cielos y la tierra están llenos
de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra, te proclama:

Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre, aceptaste la
condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.

Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir
como juez.

Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.

Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

Lo que sigue puede omitirse:

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.

Sé su pastor y ensálzalo
eternamente.

Día tras día te bendecimos y alabamos
tu nombre para siempre, por
eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

En ti, Señor, confié, no me veré
defraudado para siempre.

 

 

ORACIÓN

Señor, Dios nuestro, tú que has instruido a todos los pueblos con la predicación del apóstol san Pablo, concede a cuantos celebramos su conversión caminar hacia ti, siguiendo su ejemplo, y ser ante el mundo testigos de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

 

 

Disponibile in: Italiano