Cantemos a Cristo Maestro,
que al grupo de sus elegidos
llamó a Timoteo Giaccardo,
discípulo fiel y prudente.
Siguiendo las huellas de Pablo,
apóstol de todos los pueblos,
gastó su existencia por Cristo,
por Dios se entregó a los hermanos.
Con fuego de Espíritu Santo
al mundo anunció la Palabra,
gritó con los medios modernos
la buena noticia que salva.
Su fuerza fue el Pan de la vida,
su luz, la Palabra divina;
mirando confiado a María,
llegó hasta la santa montaña.
Con Pablo, su padre y modelo,
podía afirmar sin mentira:
«Yo vivo, mas no soy quien vive,
pues vive ya en mí Jesucristo».
Regalo que Dios nos envía,
nos marca las pautas que, en Cristo,
nos dio como herencia preciosa
quien fue nuestro padre y maestro.
Al Padre la gloria infinita,
y a Cristo, Pastor y Maestro;
la gloria al Espíritu Santo,
por todos los siglos eternos. Amén.