Vuelve, apóstol de Cristo, a nosotros,
que sufrimos los daños del mal;
el orgullo que envuelve a los hombres
les impide un amor fraternal.
Que resuene tu firme palabra,
encendiendo la luz de la fe,
y alumbrando al espíritu joven,
llegue a transformarlo en apóstol del bien.
Vuelve, apóstol de Cristo, a nosotros,
que sufrimos los daños del mal;
tu doctrina, cual sol, ilumine
las tinieblas, el odio, el afán.
Prisionero glorioso de Cristo,
las miradas se vuelven a ti;
hoy con gozo tus hijos te ofrecen
todos sus esfuerzos de entrega hasta el fin.