Estaban reunidos con María
la madre de Jesús,
la madre de la Iglesia que nacía
brotando de la cruz,
y descendió el Espíritu aquel día
con su fuerza, con su luz.
Reina de los Apóstoles,
unánimes contigo
clamamos con fervor:
ven, Espíritu Santo,
e infúndenos tu amor,
e infúndenos tu amor.
Por obra del Espíritu engendraste
a Cristo salvador,
y, fuerte en el Espíritu, ayudaste
a Cristo redentor;
a la naciente Iglesia la abrigaste
con ternura, con amor.
La Iglesia, con María, peregrina,
velando en oración,
al soplo del Espíritu camina
haciendo comunión.
Él es la fuerza y juventud divina
que mueve su corazón.