Ven, ven, Jesús Maestro,
entra en mi casa,
derramaré perfumes en tu cabeza
y escucharé tu Palabra;
siéntate a la mesa,
pues tu amor me ha seducido.
Te serviré en tus discípulos.
Te quedabas en Betania,
entre tus amigos,
cerca de la Jerusalén
de la pasión y de la gloria.
Eras huésped esperado
de Marta y María,
siempre discípulas ardientes
en la escucha y el servicio.
Acercándose tu Hora,
hallaste consuelo
y generosa acogida
en tu camino hacia la Pascua.
Ven, Señor, a nuestra casa,
descansa, reposa:
iremos contigo hasta Sión,
hasta los confines del mundo.