Irradia en los siglos el Verbo divino:
la Iglesia, la historia, el mundo creado…
son signos que guían al hombre en camino,
al hombre, a premio inmortal destinado.
Creemos, te amamos, Señor y Maestro;
con todos los hombres de todos los tiempos;
discípulos tuyos, el ser te entregamos,
con ánimo grato (bis).
Maestro, tu eterna verdad que ilumina,
aleje del mundo tinieblas y errores;
modela en nosotros tu imagen divina,
que irradie de luz y de paz resplandores.
Tu eterno proyecto, a través de María,
Palabra hecha carne al mundo desciende;
tu vida en la Iglesia y en la eucaristía,
cual fuego de amor, en nosotros enciende.