XIX

La Iglesia, como Jesucristo, es maestra de santidad. Para salvarse es necesario practicar su moral. Se alcanza la santidad viviendo los mandamientos de Dios y los preceptos de la Iglesia, los compromisos de la propia vocación y

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los consejos evangélicos. La Iglesia lo conserva, propone y promueve todo (cf He 2,42-47; 4,32-35).

Bendito seas, Maestro Divino,
que, en la Iglesia y con la Iglesia,
sigues siendo mi camino.
El que te sigue, camina hacia el cielo.
El que se aleja, se pierde:
no escucha ni a la Iglesia,
ni a ti, ni al Padre.
Bendita la voz de la madre Iglesia
para con sus hijos.
Que todos los hijos pródigos
resuciten y regresen al Padre y a su madre.

Gloria a Dios…
Jesús Maestro…
María, Reina…
Santos Pedro y Pablo…

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