Dos son los caminos. Uno es espacioso y fácil, pero lleva a la perdición y muchos entran por él; el otro es estrecho, pero conduce a la salvación; los que son sabios de veras, se esfuerzan en entrar por la puerta estrecha. El primero es el camino de la libertad de pensamiento, de moral y de culto; el segundo es el camino de la fe sincera, de los mandamientos y de la oración. Cada uno ha de elegir (cf Mt 7,13-14).
Te doy gracias, Maestro divino,
por haberme iluminado.
Por tu parte, nada me falta:
ni luz, ni testimonio, ni gracia.
Lo siento por mí
y por cuantos se han abandonado
a los caminos del mundo,
de las pasiones y el demonio.
¡Sálvame!
Quiero seguir el camino de la vida.
Atrae a ti mi corazón.
Gloria a Dios…
Jesús Maestro…
María, Reina…
Santos Pedro y Pablo…