Jesucristo se ofrece al Padre como víctima de propiciación e impetración; muere para ser nuestra vida, por medio de la gracia en la tierra, y mediante la gloria en el cielo. La justicia y la misericordia se abrazan; el Padre, en Cristo, se reconcilia con el hombre; vuelve a abrirse el paraíso, y todos están invitados a entrar en él.
p. 287¡Bendito seas, Jesucristo,
sacerdote y ofrenda!
¡Víctima perfecta y digno pontífice!
En ti está la salvación,
la resurrección y la vida.
Tu sangre es fuente de salvación:
que se derrame sobre mí y me lave.
Que caiga sobre el mundo
y lo purifique y salve.
Gloria a Dios…
Jesús Maestro…
María, Reina…
Santos Pedro y Pablo…