Adán y Eva reciben la existencia, y son colocados en el paraíso terrenal, elevados al orden sobrenatural y avorecidos con extraordinarios dones; mantienen familiares diálogos con Dios, a la espera de ser admitidos a la felicidad eterna (cf Gén 1,4.25).
¡Bendita seas, bondad infinita de Dios!
Además de la vida natural,
has infundido en el hombre
la vida sobrenatural de la gracia.
Lo has adoptado como hijo,
llamándolo a compartir tu misma felicidad;
lo has colmado
de un amor libre y espontáneo.
Ilumíname para que sea capaz de conocer
el gran tesoro de tu gracia.
Gloria a Dios…
Jesús Maestro…
María, Reina…
Santos Pedro y Pablo…