San Pablo, maestro de los gentiles,
mira con simpatía y amor
a esta nación nuestra
y a todos sus habitantes.
Tu corazón se dilató
para acoger y estrechar a todos los pueblos
en un abrazo de paz;
que ahora, desde el cielo,
el amor de Cristo te impulse
a iluminar a todos los hombres
con la luz del evangelio
y a implantar el reino del amor.
Suscita nuevas vocaciones;
conforta a cuantos trabajan por el evangelio,
y haz que todos los corazones
sean dóciles a Jesús Maestro.
Que nuestro pueblo
descubra cada vez más a Cristo,
camino, verdad y vida;
que brille ante el mundo
con la luz de su fe
y busque siempre el reino de Dios
y su justicia.
Apóstol santo, ilumínanos, fortalécenos
y bendícenos. Amén.