Apóstol san Pablo,
que de perseguidor del nombre cristiano
te convertiste
en apóstol fiel de Jesucristo
y, por darlo a conocer
a todo el mundo,
sufriste cárceles, azotes, naufragios,
lapidaciones y toda clase de persecuciones,
derramando al fin
hasta la última gota de tu sangre:
concédenos la gracia
de saber aceptar con fe
las enfermedades, sufrimientos
y dificultades de la vida presente,
de modo que las vicisitudes
de nuestro caminar
no nos aparten del servicio de Dios,
sino que fortalezcan
nuestra fidelidad y entrega.
Amén.