María, que todas las generaciones
te proclamen dichosa.
Tú creíste al anuncio del arcángel Gabriel
y en ti se realizaron las maravillas
que él te había anunciado.
Te alabo con todo mi ser.
Creíste en la encarnación del Hijo de Dios
en tu seno virginal,
y llegaste a ser la madre de Dios.
Amaneció entonces el día más dichoso
de la historia humana.
Por ti recibieron los hombres
al Maestro divino, único y eterno sacerdote,
víctima de propiciación, rey universal.
María, sabemos que la fe
es don de Dios y raíz de todo bien.
Concédenos una fe viva, firme y activa:
la fe que salva y santifica;
fe en el evangelio, en la Iglesia
y en la vida eterna.
Ayúdanos a meditar las palabras de tu Hijo
como tú las meditabas y conservabas
fielmente en tu corazón.
Te pedimos que el evangelio
llegue a todos los hombres,
que todos lo acojan con docilidad,
que todos sean hijos de Dios en Jesucristo.
Amén.