María, madre, maestra
y Reina de los Apóstoles,
haz que aumente el número
de vocaciones sacerdotales
y llena la tierra de institutos
y comunidades religiosas,
que sean en el mundo hogares de luz y calor,
salvación en las tempestades,
focos de auténtica espiritualidad
y propiciación por los pecados del mundo.
Las vocaciones sacerdotales y consagradas
gozan de tu predilección y de la de Jesús;
son el jardín de la Iglesia,
el consuelo de tu corazón,
y cantan la gloria de tu nombre.
Con la entrega, la oración,
la acción apostólica y las obras de caridad,
son sal de la tierra, ayuda de los necesitados,
guía de los que te siguen,
fuerza de los que luchan,
confidentes fieles de Cristo eucarístico
y de tu corazón.
Concede a todos los llamados
la constancia y fidelidad a sus compromisos
y al progreso cotidiano.
Madre de los sacerdotes,
reina de los consagrados,
concédenos ser un día
tu gozo y tu corona en el cielo.