Ven, Jesús Maestro,
y dígnate aceptar la hospitalidad
que te ofrecemos en nuestro corazón.
Queremos dispensarte el consuelo
y el descanso que encontrabas en Betania,
en casa de tus dos discípulas, Marta y María.
Con el gozo de tenerte entre nosotras,
te rogamos que,
en nuestra vida contemplativa,
nos concedas la intimidad
de que gozaba María,
y que aceptes nuestra vida activa
según el espíritu de la fiel y laboriosa Marta.
Ama y santifica nuestra congregación,
como amaste y santificaste
a la familia de Betania.
En la cordial hospitalidad de aquella casa
pasaste los últimos días de tu vida terrena,
preparándonos el don de la eucaristía,
del sacerdocio y de tu propia vida.
Jesús Maestro, camino, verdad y vida,
que sepamos corresponder a tan gran amor,
santificando nuestros apostolados:
servicio eucarístico,
servicio sacerdotal y servicio litúrgico,
para gloria tuya
y salvación de los hombres. Amén.