Jesús Maestro,
acepta el pacto que te proponemos
por medio de María, Reina de los Apóstoles, y
de nuestro padre san Pablo.
Nosotros hemos de corresponder fielmente
a tu plan de salvación: alcanzar la santidad
y gloria a que nos has destinado,
realizar con entrega y constancia
el apostolado con los instrumentos
de la comunicación social.
Pero nos sentimos demasiado débiles,
ignorantes, incapaces
y limitados en todo: en el espíritu,
en la ciencia, en el apostolado
y en la pobreza…
Tú, en cambio, eres el camino,
y la verdad, y la vida;
la resurrección, nuestro único y supremo bien.
Por eso confiamos solo en ti,
que nos has dicho:
«Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre,
os lo dará».
Por nuestra parte, prometemos
y nos comprometemos
a buscar en todo y con todas las fuerzas,
en la vida y en el apostolado, solo y siempre,
tu gloria y la paz de los hombres.
Contamos con que, por tu parte,
nos des un espíritu bueno,
gracia, ciencia y los medios necesarios
para cumplir la misión que nos has confiado.
Por tu inmensa bondad,
y según las exigencias
de nuestra vocación específica,
multiplica los frutos
de nuestro trabajo espiritual,
de nuestro estudio, nuestro apostolado
y nuestra pobreza.
No dudamos de ti; pero tenemos miedo
de nuestra inconstancia y debilidad.
Así, pues, por intercesión
de nuestra madre, María,
acógenos, Maestro bueno,
con la misma misericordia
que a nuestro padre san Pablo,
para que, imitándolo fielmente en esta vida,
podamos compartir con él la gloria del cielo.