Padre,
creo en tu sabiduría y en tu amor.
Sé que me has creado para la vida eterna,
que me has indicado el camino para seguirla
y que me aguardas
con el premio reservado al siervo fiel.
Dame luz para ver este camino
y fuerza para seguirlo con generosidad.
Te suplico, por Jesucristo tu Hijo
y por María, mi reina y madre,
que al final de mi vida
pueda yo decir con san Pablo:
«He combatido bien mi combate,
he corrido hasta la meta,
he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona
con la que el Señor
me premiará en aquel día» (2Tim 4,7-8).