Recitemos de corazón el acto de contrición, representándonos fielmente la escena del Calvario: Jesús crucificado, próximo ya a la muerte, y la Virgen santísima, que, contemplando a su Hijo divino, piensa en nosotros, pecadores, e intercede por toda la humanidad.
Pidamos a san Pablo la gracia de hacer bien este Vía crucis: él es el gran predicador de Jesús crucificado. Escribe en una de sus cartas: «Nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado» (1Cor 2,2). ¡Que nos comunique sus mismos sentimientos! E invoquemos la ayuda de María, la Virgen de los dolores: que ella suscite el arrepentimiento de nuestros pecados y, sobre todo, nos inspire el propósito de una vida santa.
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu cruz has redimido al mundo.
Oremos. Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
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