El primer miércoles se dedica a san José, con estas intenciones: protección para la Iglesia universal, asistencia para cada uno de nosotros, una buena muerte para cuantos fallezcan durante el mes, y providencia en todas las necesidades.
- San José,
fiel colaborador en nuestra redención,
mira compasivo la indigencia de los hombres
que viven aún en medio del error,
el vicio y la superstición.
Tú fuiste un instrumento dócil
en las manos del Padre
a la hora de disponer todo lo necesario
para el nacimiento, infancia
y preparación de la víctima, del sacerdote,
del Maestro divino
en beneficio de los hombres.
Tú, siempre fiel a la voluntad de Dios,
intercede por nosotros
para que trabajemos con entusiasmo
en la búsqueda y formación
de las vocaciones, y respondamos
con generosidad y constancia
a nuestra propia vocación.
San José, ruega por nosotros.
- San José, modelo de toda virtud,
intercede por nosotros
para que alcancemos tu misma vida interior.
En el silencio amoroso y activo,
en el cumplimiento
de todos los compromisos
religiosos y sociales,
en la absoluta docilidad
a la voluntad de Dios, tú alcanzaste
una sublime santidad y gloria.
Intercede por nosotros
para que consigamos crecer en la fe,
la esperanza y el amor,
cimentarnos en las virtudes cardinales
y abundar en los dones del Espíritu Santo.
San José, ruega por nosotros.
- San José, te veneramos
como modelo de los trabajadores,
amigo de los pobres,
apoyo de los emigrantes
y de todos los que sufren,
santo de la Providencia.
Fuiste en la tierra el representante
de la bondad y solicitud universal del Padre.
Fuiste el artesano de Nazaret
y maestro de trabajo del Hijo de Dios,
que quiso ser humilde obrero
por nuestro amor.
Ayuda con tu intercesión
a todos los trabajadores.
Haz que las leyes y la organización
de todos los pueblos
se inspiren en el Evangelio,
en el amor cristiano, en la justicia y la paz.
San José, ruega por nosotros.
- San José, padre adoptivo de Jesús,
alabamos al Señor
por la comunicación profunda
que tuviste con él,
durante su infancia y juventud,
en Belén, en Egipto, en Nazaret.
Tú lo amabas paternalmente
y él correspondía filialmente a tu amor.
Tu fe te movía a adorarlo
como Hijo de Dios encarnado;
y él te obedecía, ayudaba y escuchaba.
Mantenías con él gratas conversaciones,
compartiendo trabajo, penas y alegrías.
Intercede por mí
para que nunca ofenda a Jesús,
ni lo pierda a causa del pecado;
para que celebre siempre dignamente
los sacramentos de la eucaristía
y la reconciliación;
para que llegue a una profunda intimidad
y amor sincero a Jesús
y luego goce eternamente de él en el cielo.
San José, ruega por nosotros.
- San José, purísimo esposo de María,
humildemente te pedimos
un amor profundo a nuestra tierna madre,
maestra y reina.
Quiso Dios asociar tu misión a la de María.
Con ella compartiste penas y alegrías;
juntos, con una sola mente y un solo corazón,
emulabais en el trabajo,
en la virtud y en merecimientos.
San José, intercede
por los padres y madres de familia.
Concédenos la gracia de conocer, imitar,
amar e invocar siempre a la Virgen María.
Atrae a todos a su corazón de madre.
San José, ruega por nosotros.
- San José, protector de los agonizantes,
te pedimos por todos los moribundos
y te suplicamos nos asistas
también a nosotros en la hora de la muerte.
Con la santidad de tu vida,
te hiciste acreedor a un tránsito dichoso,
y gozaste de la asistencia consoladora
de Jesús y María.
Líbranos de la muerte improvisa;
concédenos la gracia de imitar tu vida;
de liberar nuestro corazón
de todo lo mundano,
y de progresar en la virtud
hasta el fin de nuestros días.
Con María, inspíranos sentimientos de fe,
esperanza, caridad
y arrepentimiento de los pecados,
para que muramos en la paz del Señor,
tras haber recibido dignamente
los sacramentos de los enfermos.
San José, ruega por nosotros.
- San José, patrono de la Iglesia universal,
mira con bondad al Papa,
a los obispos, sacerdotes y diáconos,
a los consagrados y a todos los cristianos;
ruega para que todos seamos santos.
La Iglesia es el fruto
de la sangre de Jesús, tu hijo adoptivo.
Te pedimos por su expansión,
libertad y fortalecimiento.
Defiéndela del error y de las fuerzas del mal,
como salvaste de las manos de Herodes
la vida amenazada de Jesús.
Que se cumpla su anhelo:
«Un solo rebaño y un solo pastor».
San José, ruega por nosotros.
Antes o después de la meditación, o bien durante la adoración eucarística, se reza o canta:
Ant. Este es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia (Magníficat, p. 335).
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