El primer martes se dedica a los difuntos con el fin de orar por ellos y purificarnos nosotros.
- Señor, creador y redentor mío,
yo creo que, por tu justicia,
exiges la purificación
de quienes pasan a la eternidad
sin haberse liberado totalmente del pecado
y sus consecuencias.
Y creo que, por tu misericordia,
aceptas los sufragios,
especialmente el sacrificio eucarístico,
para su alivio y liberación.
Reaviva en mí la fe
e infúndeme sentimientos de amor
hacia estos queridos hermanos.
Señor, dales el descanso eterno
y brille sobre ellos la luz eterna.
- Señor Jesucristo, rey de la gloria,
por intercesión de María
y de todos los santos,
libra a los fieles difuntos
de las consecuencias del pecado.
Y por intercesión de san Miguel,
abanderado del ejército del cielo,
condúcelos a la luz santa
que prometiste a Abrahán
y a su descendencia.
Te ofrezco, Señor,
sacrificios y oraciones de alabanza;
acéptalas por ellos
e introdúcelos en la gloria eterna.
Señor, dales el descanso eterno…
- Jesús, Maestro bueno,
te pido por los difuntos a los que me unen
más estrechos vínculos de gratitud,
justicia, caridad y parentesco:
padres, cooperadores,
hermanos de congregación y familiares.
Te encomiendo a quienes en la vida
han tenido mayores responsabilidades:
gobernantes, superiores,
sacerdotes y personas consagradas.
Te pido también por las más olvidadas
y las más devotas tuyas,
de la Reina de los apóstoles y de san Pablo.
Dígnate acogerlas a todas
en la bienaventuranza eterna.
Señor, dales el descanso eterno…
- Te doy gracias, Jesús Maestro,
por haberte encarnado
para liberar al hombre de todos los males,
con tu mensaje, tu vida,
tu muerte y resurrección.
Te pido por los difuntos que en su vida
fueron víctimas del error y del mal
causados por los medios
de comunicación social.
Admítelos en tu reino glorioso.
Confío que desde allí intercedan
para que estos bienes,
por ti destinados al progreso humano,
se utilicen también para la evangelización
y salvación del mundo de hoy.
Señor, dales el descanso eterno…
- Jesús misericordioso,
por tu dolorosa pasión
y por el amor que me tienes,
perdóname todo el mal que he cometido
y las consecuencias de mis muchos pecados.
Concédeme la actitud
de vivir en continua conversión,
una conciencia delicada,
rechazo de todo mal deliberado,
y las disposiciones necesarias
para merecer el perdón y las indulgencias.
Por mi parte, me comprometo
a interceder por los difuntos
en la medida de lo posible;
y tú, Bondad infinita, infúndeme
un espíritu cada vez más fervoroso,
de manera que un día,
libre ya de las ataduras del cuerpo,
pueda contemplarte para siempre en el cielo.
Señor, dales el descanso eterno…
Antes o después de la meditación, o bien durante la adoración eucarística, se reza o canta:
Ant. Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí; y al que venga a mí no lo echaré fuera (Salmo 129, p. 31).