El primer domingo se dedica a Jesús Maestro y mediador, para que por él, con él y en él, se alabe, se den gracias y se invoque a la Trinidad. Recordemos nuestro destino último, y de manera especial nuestra meta: el cielo.
- Jesús, Divino Maestro,
te adoramos como Palabra encarnada,
el enviado del Padre
para enseñar a los hombres
las verdades que dan la vida.
Tú eres la verdad,
la luz del mundo, el único Maestro;
solo tú tienes palabras de vida eterna.
Te damos gracias
por haber encendido en nosotros
la luz de la razón y de la fe,
y habernos llamado
a la luz de la gloria.
Nos adherimos con toda nuestra mente
a ti y a la Iglesia;
creemos y aceptamos
cuanto por su medio nos enseñas.
Muéstranos los tesoros de tu sabiduría,
danos a conocer al Padre,
haznos auténticos discípulos tuyos.
Aumenta nuestra fe,
para que lleguemos a contemplarte
eternamente en el cielo.
Jesús Maestro, camino, verdad y vida,
ten piedad de nosotros.
- Jesús, Divino Maestro,
te adoramos como al amado del Padre,
único camino para llegar a él.
Te damos gracias
porque te has hecho nuestro modelo;
nos has dado ejemplo de santidad
e invitado a todos
a seguir tu mismo camino.
Te contemplamos
en los diversos momentos de tu vida terrena;
dócilmente nos ponemos a tu escuela,
abrazamos todas tus enseñanzas
y rechazamos toda actitud
que no sea conforme a la tuya.
Atráenos a ti, para que busquemos
únicamente tu voluntad,
siguiendo tus huellas
y renunciando a nosotros mismos.
Acrecienta en nosotros la esperanza activa
y el deseo de asemejarnos a ti,
para que al final de la vida
podamos poseerte por toda la eternidad.
Jesús Maestro…
p. 128- Jesús, Divino Maestro,
te adoramos como unigénito de Dios,
venido al mundo
para dar a los hombres la vida
en toda su plenitud.
Te damos gracias porque,
muriendo en la cruz,
nos has merecido la vida,
que nos comunicas en el bautismo,
y alimentas en la eucaristía
y los demás sacramentos.
Vive en nosotros, Jesús,
por la fuerza del Espíritu Santo,
para que te amemos con toda la mente,
con todas las fuerzas y todo el corazón,
y amemos al prójimo
como a nosotros mismos.
Aumenta en nosotros el amor
para que un día,
resucitados a la vida gloriosa,
participemos contigo en el gozo de tu reino.
Jesús Maestro…
- Jesús, Divino Maestro,
te adoramos presente en la Iglesia,
tu cuerpo místico
y sacramento universal de salvación.
Te damos gracias por habernos dado
esta madre infalible e indefectible,
en la que tú sigues siendo para los hombres
camino, verdad y vida.
Te pedimos que los no creyentes
se acerquen a su luz inextinguible;
que vuelvan los que se han apartado de ella,
y todos nos unamos en la fe,
en la esperanza y en el amor.
Fortalece a la Iglesia, asiste al Papa,
santifica a los sacerdotes
y a cuantos se han consagrado a ti.
Jesús Maestro, hacemos nuestro tu anhelo:
que haya un solo rebaño y un solo pastor, para
que todos nos reunamos
en tu reino glorioso.
Jesús Maestro…
- Jesús, Divino Maestro,
te adoramos con los ángeles que cantaron
el motivo de tu encarnación:
«Gloria a Dios y paz a los hombres».
Te damos gracias por habernos llamado
a compartir tu misión.
Enciende en nosotros la llama
de tu mismo amor
al Padre y a los hombres.
Llena de ti todas nuestras facultades;
vive en nosotros
para que te demos a conocer
a través del apostolado
de la oración y del sufrimiento,
de los medios de comunicación
y de la palabra, del ejemplo y de las obras.
Envía buenos obreros a tu mies;
ilumina a los predicadores,
maestros y escritores;
infunde en ellos el Espíritu Santo;
dispón las mentes y los corazones
para que lo acojan.
Ven, Maestro y Señor, enseña y reina
por medio de María, nuestra madre,
maestra y reina.
Jesús Maestro…
Antes o después de la meditación, o bien durante la adoración eucarística, se reza o canta una de las antífonas a Jesús Maestro.
Ant. Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad.
Aleluya.
O bien:
Ant. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. El que permanece en mí no camina en tinieblas, sino que tendrá l a luz de la vida. Aleluya
(Magníficat, p. 335).