Qué bueno has sido conmigo, Señor.
No tengo palabras para darte gracias;
pues en vez de castigarme
por todos los pecados cometidos,
me has perdonado con infinita misericordia
en esta celebración.
Una vez más me arrepiento de todo corazón,
y prometo, con tu gracia,
no ofenderte nunca más
y compensar con amor y con buenas obras
los innumerables pecados
que contra ti he cometido en mi vida.
Virgen María, ángeles y santos del cielo,
gracias por vuestra asistencia.
Dad gracias también al Señor por mí,
y ayudadme a conseguir
constancia y progreso en el bien. Amén.
El propósito ha de ser completo, es decir, debe orientarse al propio trabajo de santificación y a amar a Dios con toda la mente, con todas las fuerzas y con todo el corazón. Por ejemplo, en el amor al prójimo: pensar bien, desear el bien, hacer el bien, hablar bien.
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