En el sacramento de la penitencia o reconciliación, Dios Padre acoge de nuevo, por los méritos de Jesucristo, al hijo que vuelve arrepentido. Perdona los pecados cometidos; pero es también el medio más adecuado para evitarlos, y para superar las
deficiencias.
Conviene celebrar frecuentemente el sacramento de la reconciliación. Es muy útil tener siempre el mismo confesor y no cambiar si no es por necesidades especiales.
Los elementos básicos para una buena celebración son: oración, revisión, deseo de conversión, compromiso, confesión y respuesta de gratitud y reparación. La condición absolutamente indispensable para recibir el perdón es el arrepentimiento, unido al propósito de conversión.