Te adoro presente en mí, Palabra encarnada,
Hijo unigénito e imagen del Padre,
nacido de María.
Te doy gracias, Maestro y verdad,
por haberte dignado venir a mí,
ignorante y pecador.
En unión con María te ofrezco al Padre:
contigo, por ti y en ti,
sea por siempre la alabanza,
la acción de gracias y la súplica
por la paz de los hombres.
Ilumina mi mente,
hazme discípulo fiel de la Iglesia;
que viva de fe;
que comprenda tu palabra;
que sea un auténtico apóstol.
Haz, Maestro divino,
que la luz de tu evangelio llegue
hasta los últimos confines del mundo.